Delante
del papel
Hoy
estoy delante del papel intentado poner algo que se pueda leer. Cojo el boli,
miro el folio en blanco, hago ademán de escribir, pero de pronto el bolígrafo
se queda inmóvil.
Miro
la hoja inmensamente blanca, creo que es eterna. Entonces me viene una idea,
apoyo las manos en la mesa, estoy un tanto nervioso, quizás se deba a la chispa
que ha saltado en este instante, con el fin, de que la pueda expresar algo en mi papel.
De
pronto, ese chispazo desaparece de mí, envolviéndome en un entorno sin luz, ya
se ha desvanecido la idea, ha sido algo fugaz. Me detengo de nuevo en el papel, esto me produce un sufrimiento que me incapacita para idear, sacar algo de mi mente que se pueda poner en él, y que después, sea legible.
Nada,
que no viene esa magia que me da alegría, vivacidad, a la hora de escribir, que
hace que no pare, porque brotan palabra tras palabra, llenando a su vez de letras ese
folio, hoy maldito.
Me
levanto, me azuzo la cabeza, me espoleo la sien, con la esperanza de que brote
algo de ella que pueda trasladar ese dichoso papel.
Con
alegría, veo algo en mi mente, esto se puede transformar en algo
útil para su lectura. Presuroso vuelvo a sentarme, cojo el boli con ansia,
cuando lo encamino para que empiece a marcar las letras precisas. ¡Zas! Como si
me hubiera recibido un latigazo que me obligará a soltar todo lo que, en ese
preciso instante, tengo entre las manos. De pronto, se me cae el boli, la luz desaparece
de mi cabeza.
Pesaroso
y abatido recojo el boli, éste parece que hoy está endiablado, poseído por la negativa de
ejecutar la escritura. Doy media vuelta, alejándome de la estancia donde es mi
refugio, donde puedo escribir.
Hoy
no es posible, no manan esas letras que poco a poco se pueden ir juntando con
el único propósito de que sea algo compresible a los ojos de los demás.
Bueno,
mañana espero que, esa sequedad desaparezca brotando las letras que empapen con
tinta el papel que hoy está blanco.
bayekas
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