Yo
recuerdo, era él
Cada día
que pasaba un hombre realizaba la misma rutina. Se levantaba, iba al aseo, se
componía, se miraba en el espejo. Aquí se entretenía un poco más, observando su
imagen reflejada en el espejo, al mismo tiempo que, se hacía para sí mismo
comentarios sobre lo que veía, cosas como está:
No eres
el mejor, pero eres único.
No creas
a los demás, la verdad siempre es lo que ves.
No soy un
ser anónimo porque destaco.
Más vale
ser uno, que varios.
Escucha,
pero nunca oigas.
Más otros,
que por su contenido es preferible no poner.
Al final,
lo único que le importaba cada vez que se miraba en su espejo, era su imagen,
nada más.
Después
de este ritual, salía a la calle y realizaba sus cosas rutinarias sin fijarse
en los demás, ni escucharlos, ignorando a todos y todo lo que le rodeaba.
Así
pasaban los días, semanas, meses, incluso años, pero llegó un día en el que, de
tanto ignorar, se aisló del mundo, creando una burbuja donde él sólo importaba
y tenía cabida nadie más.
Cuándo
vives en sociedad, necesitas de los demás, pero claro está, con esa burbuja que
él se había creado, le impedía contactar con los demás y viceversa.
Todo
empezó, en un día como otro cualquiera, como uno de tantos, al verse reflejado
en el espejo, se dio cuenta que, no era el mejor, si no el único, porque sólo
estaba él.
No creía,
porque no oía, era imposible porque sólo era él.
Él era
único, porque estaba sólo.
Por todo ello,
si vives con los demás, sé uno más. Si quieres entender, escucha. Y si quieres
mejorar, mira y vive con los demás, no como los demás.
La
humildad es la esencia de todo ser, incluso de la propia naturaleza.
El respeto a los demás es el libro de la vida que a diario vamos escribiendo.
bayekas
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