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sábado, 20 de octubre de 2018

Yo recuerdo, era él



Yo recuerdo, era él

Cada día que pasaba un hombre realizaba la misma rutina. Se levantaba, iba al aseo, se componía, se miraba en el espejo. Aquí se entretenía un poco más, observando su imagen reflejada en el espejo, al mismo tiempo que, se hacía para sí mismo comentarios sobre lo que veía, cosas como está:

No eres el mejor, pero eres único.
No creas a los demás, la verdad siempre es lo que ves.
No soy un ser anónimo porque destaco.
Más vale ser uno, que varios.
Escucha, pero nunca oigas.

Más otros, que por su contenido es preferible no poner.

Al final, lo único que le importaba cada vez que se miraba en su espejo, era su imagen, nada más.

Después de este ritual, salía a la calle y realizaba sus cosas rutinarias sin fijarse en los demás, ni escucharlos, ignorando a todos y todo lo que le rodeaba.

Así pasaban los días, semanas, meses, incluso años, pero llegó un día en el que, de tanto ignorar, se aisló del mundo, creando una burbuja donde él sólo importaba y tenía cabida nadie más.

Cuándo vives en sociedad, necesitas de los demás, pero claro está, con esa burbuja que él se había creado, le impedía contactar con los demás y viceversa.

Todo empezó, en un día como otro cualquiera, como uno de tantos, al verse reflejado en el espejo, se dio cuenta que, no era el mejor, si no el único, porque sólo estaba él.

No creía, porque no oía, era imposible porque sólo era él.

Él era único, porque estaba sólo.

Por todo ello, si vives con los demás, sé uno más. Si quieres entender, escucha. Y si quieres mejorar, mira y vive con los demás, no como los demás.

La humildad es la esencia de todo ser, incluso de la propia naturaleza.

El respeto a los demás es el libro de la vida que a diario vamos escribiendo.
bayekas

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