¿Quién
se atreve a juzgar? (08.02.2019)
Ocurrió una vez que en un pueblo murió de
vejez el juez. Como tardaba en llegar el sustituto y los casos se acumulaban,
los ciudadanos decidieron nombrar en el puesto interino a un convecino suyo a
quien todos respetaban por su sabiduría y sentido de la justicia.
Al
día siguiente le llegó el momento de presidir un juicio. Empezó hablando el
fiscal, que, de un modo brillante y elocuente, convenció a todos los presentes
sobre la culpabilidad del reo.
—¡Tiene
razón el fiscal! —exclamó el improvisado juez.
-Señoría,
aún debe oír al abogado —le recordó el secretario del juzgado.
Tomó
entonces la palabra el abogado, que, en brillantísima exposición, también
convenció a los presentes sobre la inocencia de su defendido.
—También
tiene razón el abogado —dijo el Juez.
—¡Pero
señoría! -volvió a intervenir el secretario— ¡No es posible que tengan razón
los dos!
—¡El
secretario tiene razón también! —Dicho lo cual, el juez dio por terminado el
juicio.
(Se
desconoce el autor)
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