Y empezamos
un nuevo día
Son las 04:30 horas, suena el
despertador. Me hago unos minutos el remolón. Vuelve a saltar. No hay manera,
es la hora de despertar, comienza el nuevo día.
Me levando, dirijo al aseo, enciendo la
luz. Observo el espejo donde se refleja mi imagen. Me digo con asombro ¡Joder
cómo pasan los años! Termino de asearme. De nuevo vuelvo a la habitación para
realizar el ritual de vestirme. Terminado, beso a mi mujer, cojo la mochila, y,
¡hala, a la calle!
Me encamino dirección al tranvía. Aceleró
el paso para poder tomar el de las 04:50 horas. Ya estoy en la parada; quedan
unos minutos para que llegue. Tomo un respiro. Es de noche todavía. La mayoría
de la gente está durmiendo. Miro los edificios y no se ve ninguna luz tras las
ventanas. Claro, la gente normal está durmiendo. ¡Creo!
Desde la parada divisó el tranvía que se
acerca. Hoy es puntual. Para. Subo. Paso el abono y me siento, en ese justo
momento se pone en marcha. De momento estoy sólo con el conductor.
Llega a la siguiente estación, dos
personas más suben al mismo. Continuamos. Va realizando el recorrido y se van
subiendo más pasajeros. Yo los escrudiño intentando adivinar algo de ellos, de
que trabajan, o por sus ropas, saber si vienen de fiesta o se van a otro sitio
a continuarla.
Llegamos a la estación del tren de cercanías.
Miró el reloj, quedan cinco minutos para que salga. Apresuro el paso. Llegando
al vestíbulo de la estación, sorteo los enclavados encaminándome hacia los
andenes. Una vez allí, miro el indicador, quedan tres minutos para que salga.
Hay dos trenes, me subo en el que está a punto de partir. Ya estoy dentro.
Busco un asiendo que esté vacío y situado con vistas al andén. Hecho. Suben más
personas a la carrera.
De pronto se oye el sonido que nos
indica que nos ponemos en marcha. Cada momento que pasa el tren acelera su
velocidad.
Desde donde estoy intento ver de nuevo
a las personas que están próximas a mí con la intención de estudiar sus gestos,
sus movimientos de brazos, su expresión de cara. Es una manera de pasar el
tiempo.
Van pasado estaciones y, a su vez, se
van incorporando más viajeros. Me doy cuenta de que, aun siendo domingo, muchas
personas madrugan para ir a su trabajo.
Llego al metro, paso por el torno que
se encuentra abierto y, me pongo a esperar al de personal. Ya se oye uno por el
túnel. Su luz se divisa en la oscuridad. Va aminorando la velocidad, llegado a
nuestra altura para, subimos, y continúa el recorrido repartiendo personal por
las estaciones.
Ahora me toca a mí. ¡Ah! No lo he
dicho. Soy vigilante de guridad y trabajo en el metro.
¿Menuda putada? ¡Verdad!
Continuará......
bayekas
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