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domingo, 4 de noviembre de 2018

Mi lucero



Mi lucero

Un lucero vino a verme un día. Yo estando dormida pensé —¿Qué hace el lucero aquí?— No encontré la respuesta adecuada, pero el lucero seguía ahí.

El me acompaña todos lados días allí dónde fuera, en un paseo, a la compra, al médico, al cine, a cualquier sitio que iba o fuera, allí estaba el lucero.

Nadie lo veía, excepto yo, era mío o eso creía yo. En casa cuando me sentaba a la mesa él estaba conmigo; me ponía a comer, él estaba a mi lado; hacia uso de la tele y el sofá, no dejaba de estar presente; me iba a la cama, allí lo podía encontrar. Era mi compañía, era mi amigo del alma, mi consuelo, mi razón, todo eso era cada día.

Yo encantada estaba de tan dichosa compañía. —¡Por fin! Tenía un poco de alegría— Mi vida era muy feliz con este lucero de alma, era mi luz y mi guía en todos los momentos del día. Nadie lo podía ver, pero yo siempre ahí lo tenía.

Como era de suponer, la vida nunca es dichosa, y yo, como mujer, no iba ser otra cosa. En un momento de un día, mi lucero desapareció, y yo, muy triste que dé sin esa compañía.

Pasaban la horas, también los días, los meses transcurrieron, llegaron los años, y yo, sin mi lucero me estaba apagando —¿Dónde estará?— Yo iba preguntando por dónde pasaba, en cada momento, en cada ocasión, no me importaba repetirme, que me llamaran cansina. Pero, como nadie lo veía, nadie me contestaba, nadie me decía.

Yo decaía en ese pesar, me pregunté —¿Mi lucero dónde estará?—

Un buen día, me vino a visitarme la muerte por la soledad que sufría, según me dirigía a la puerta para abrirla, iba pensado —me cobijaría un hueco en la tierra frio y oscuro— En ese momento mi lucero apareció antes mis ojos, todo se llenó de luz intensa, radiante. Note una vivacidad interior, una alegría mucho mayor. Cerré la puerta y la muerte de largo.

Ahora, en estos momentos, la felicidad reina en mi hogar, en mi vida, la soledad se ausento, se fue, dando paso a mi lucero.
bayekas

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