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jueves, 6 de diciembre de 2018

Un hecho fortuito



Un hecho fortuito

Todo ha transcurrido muy deprisa, tengo que pensar, ver dónde nos hemos equivocado y buscar una posible solución.

Llevo tiempo recapacitado buscando el error cometido, no se puede seguir así, la solución es lo primero.

Estoy horrorizado, no hago nada más que preguntarme mentalmente —¿Dónde nos hemos podido equivocar?— Sé que era imposible, no cabía margen para un fallo.

Miro detenidamente dónde ocurrió el hecho, se ve por las huellas y las señales que fue ahí, al mismo tiempo que estoy mirando, lo hacen un grupo de personas. Los observo, veo en sus ojos, en sus miradas, algo como si se estuvieran preguntando —¿Cómo ha sido posible?

Ahí está, en el suelo todo, se puede ver, ha sido, ha sucedido hace apenas nada, unos minutos, tal vez. En ese triste momento, los allí presentes, no salen de su asombro. Fue tan rápido, apenas se pudo percibir lo ocurrido. Se oyó el estruendo, no volvimos todos con la mirada fijada en donde se produjo el ruido, y ahí estaba, tumbado, inmóvil.

La gente mira y se pregunta —¿Por qué? ¿Por qué?

Yo, de igual manera, me hago la misma pregunta —¿Por qué?— Miro, fijo más la mirada, pero no veo ningún obstáculo que permitiera que eso pasara.

De pronto caigo en algo, aunque todo fue demasiado rápido, no nos dimos cuenta del perro. Éste corrió asustando, no se sabe por qué. He ahí la respuesta. No cabe duda. Todo está en el perro, la mancha le delata.

El perro se cruzó delante de él, éste tropezando dando de bruces en el suelo con todo su cuerpo, al mismo tiempo la taza de café al topar con el suelo se hace trizas y el líquido que contenía se esparce por el mismo libremente, salpicando y manchando al perro con parte del café.

Así pudo suceder todo, si más.

¡Uh! Qué descanso, después de discurrir y ver mentalmente como sucedió todo. Ahora, sí estoy más tranquilo. Todo ha sido un hecho fortuito, una acción del destino.

Ya podemos descansar.

No fue la torpeza del hombre quien causó el desaguisado, fue el destino que puso en el camino al animal, y éste, por su acción huidiza, hizo que el hombre cayera sobre el asfalto derramando el preciado líquido, que a la postre, era mi desayuno. Hoy por fin, he desvelado ese maldito entuerto. Ya se puede archivar el caso de la taza rota.
bayekas

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