Un
hecho fortuito
Todo
ha transcurrido muy deprisa, tengo que pensar, ver dónde nos hemos equivocado y
buscar una posible solución.
Llevo
tiempo recapacitado buscando el error cometido, no se puede seguir así, la
solución es lo primero.
Estoy
horrorizado, no hago nada más que preguntarme mentalmente —¿Dónde nos hemos
podido equivocar?— Sé que era imposible, no cabía margen para un fallo.
Miro
detenidamente dónde ocurrió el hecho, se ve por las huellas y las señales que
fue ahí, al mismo tiempo que estoy mirando, lo hacen un grupo de personas. Los
observo, veo en sus ojos, en sus miradas, algo como si se estuvieran
preguntando —¿Cómo ha sido posible?
Ahí
está, en el suelo todo, se puede ver, ha sido, ha sucedido hace apenas nada,
unos minutos, tal vez. En ese triste momento, los allí presentes, no salen de
su asombro. Fue tan rápido, apenas se pudo percibir lo ocurrido. Se oyó el
estruendo, no volvimos todos con la mirada fijada en donde se produjo el ruido,
y ahí estaba, tumbado, inmóvil.
La
gente mira y se pregunta —¿Por qué? ¿Por qué?
Yo,
de igual manera, me hago la misma pregunta —¿Por qué?— Miro, fijo más la mirada,
pero no veo ningún obstáculo que permitiera que eso pasara.
De
pronto caigo en algo, aunque todo fue demasiado rápido, no nos dimos cuenta del
perro. Éste corrió asustando, no se sabe por qué. He ahí la respuesta. No cabe
duda. Todo está en el perro, la mancha le delata.
El
perro se cruzó delante de él, éste tropezando dando de bruces en el suelo con
todo su cuerpo, al mismo tiempo la taza de café al topar con el suelo se hace
trizas y el líquido que contenía se esparce por el mismo libremente, salpicando
y manchando al perro con parte del café.
Así
pudo suceder todo, si más.
¡Uh!
Qué descanso, después de discurrir y ver mentalmente como sucedió todo. Ahora,
sí estoy más tranquilo. Todo ha sido un hecho fortuito, una acción del destino.
Ya
podemos descansar.
No
fue la torpeza del hombre quien causó el desaguisado, fue el destino que puso
en el camino al animal, y éste, por su acción huidiza, hizo que el hombre
cayera sobre el asfalto derramando el preciado líquido, que a la postre, era mi
desayuno. Hoy por fin, he desvelado ese maldito entuerto. Ya se puede archivar
el caso de la taza rota.
bayekas
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