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viernes, 3 de mayo de 2019

Lo más gamberro del mundo es el himno de la Comunidad de Madrid (03.02.2019)


Lo más gamberro del mundo es el himno de la Comunidad de Madrid (03.02.2019)

Supongo que lo sabrás, aunque sea algo que no te importe un barquillo. Ayer fue 2 de mayo, día de la Comunidad de Madrid, y en Madrid hicimos cosas de madrileños como reforzar las estructuras centralistas, llevar ofrendas florales al portal de Florentino Pérez y planear la próxima invasión de Gandía, que ya está al caer el verano.

Una cosa que no se hizo fue cantar el himno de la comunidad porque nadie conoce el himno de la comunidad, ni se emplea con entusiasmo en actos oficiales, ni lo ponían en Telemadrid antes de las arengas de Hermann Tertsch, ni nada de nada. Y es una pena, porque es el himno más divertido que se haya compuesto nunca.

«Garajes, museos, estadios, semáforos, bancos, y vivan los muertos»
Cuando se aprobó el estatuto de autonomía de la Comunidad de Madrid, allá por 1983, los madrileños se dieron cuenta de que no había himno, bandera, ni nada salvo la Puerta del Sol, la M-30 y nativos y bárbaros.

El presidente de la comunidad era un señor con bigote que ahora suelta exabruptos de vez en cuando, Joaquín Leguina. Encargó el concepto de la bandera a un poeta, Santiago Amón Hortelano, y el diseño al genial Cruz Novillo.

Con el himno hizo algo parecido. Encargó la música a Pablo Sorozábal, hijo del Pablo Sorozábal compositor de zarzuelas como La del manojo de rosas. La letra se le encomendó a otro poeta, a Agustín García Calvo.

No gustó a nadie. Así que en eso no hemos cambiado mucho. Si se hiciera ahora, tampoco gustaría a nadie salvo al que paga la factura. Por cierto, salió barato, ya que costó solo 1 peseta, que es algo así como un chirmiricéntrico de euro, niñas y niños.

Likn del video:

Esta es la letra, unos versos en los que el pensador García Calvo no se puso ningún límite. Porque si en un himno no se puede hablar de garajes y semáforos, ya me dirás para qué sirven estas cosas.

Yo estaba en el medio: giraban las otras en corro, y yo era el centro.
Ya el corro se rompe, ya se hacen Estado los pueblos
Y aquí de vacío girando sola me quedo.
Cada cual quiere ser cada una: no voy a ser menos.
¡Madrid, uno, libre, redondo, autónomo, entero!
Mire el sujeto las vueltas que da el mundo para estarse quieto.

Yo tengo mi cuerpo: un triángulo roto en el mapa
por ley o decreto
entre Ávila y Guadalajara, Segovia y Toledo: provincia de toda provincia, flor del desierto.
Somosierra me guarda del Norte y Guadarrama con Gredos; Jarama y Henares al Tajo se llevan el resto.
Y a costa de esto, yo soy el Ente Autónomo último, el puro y sincero.
¡Viva mi dueño!, que solo por ser algo ¡soy madrileño!

Y en medio del medio, capital de la esencia y potencia,
garajes, museos, estadios, semáforos, bancos, y vivan los muertos:
¡Madrid, Metrópoli, ideal del Dios del Progreso!
Lo que pasa por ahí, todo pasa en mí, y por eso funcionarios en mí y proletarios y números, almas y masas caen por su peso;
y yo soy todos y nadie, político ensueño.
Y ese es mi anhelo, que por algo se dice: De Madrid, al cielo.

Como ves, la letra del himno de Madrid destila cierta retranca a la organización territorial del estado, a lo que significa ser madrileño, a las bondades del progreso y a lo mejor de esta comunidad: «garajes, museos, estadios, semáforos, bancos».

[Gracias a @gamusino por la idea]

En cualquier caso, ayer fue uno de los pocos días en los que se utilizó el himno, para conmemorar el levantamiento del pueblo madrileño contra el invasor francés.

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