La brújula de Santa Claus (23.12.2018)
Fuente: vistanews
Esta historia comienza un 24 de
diciembre en el Polo Norte.
Los elfos empaquetaban los últimos
regalos. Papá Noel estaba subido en el trineo tirado por sus seis renos y Rodolfo,
el reno de la nariz roja.
Cuando comprobó que todo estaba listo
cogió las riendas del trineo y les dijo a los renos:
—¡Levantad
el vuelo, esta noche llevaremos regalos e ilusión a todas las casas del mundo!
Se cruzaron con estrellas fugaces,
auroras boreales…
Cuando iba a comprobar la brújula se
dio cuenta de que estaba estropeada.
—¡No
puede ser era la única brújula que me quedaba!
Rodolfo se acercó a Papá Noel y le
dijo:
—Tranquilo,
llegaremos bien, con mi nariz roja se podrá ver en la oscuridad.
Y siguieron su camino.
A Rodolfo le costaba situarse en medio
del cielo. Pero su ilusión esa noche era tan grande que dirigió el trineo
perfectamente.
Empezaron en una casa muy pequeña y con
muchos niños, entró por la chimenea y miró alrededor.
El salón era frío y casi no tenían
muebles, pero en un rincón había un pequeño árbol, casi sin adornos.
Papá Noel dio una palmada y dijo:
—¡Ha
quedado un salón perfecto!
Ahora tenía muebles preciosos y un gran
árbol con adornos y bombillas.
Dejó los regalos en el árbol y salió
sin hacer ruido y continuó repartiendo por todas las casas de la ciudad. Entró
por chimeneas grandes, pequeñas, altas, bajas…
—¡Uf!
¡Qué noche! —Dijo Papá Noel. —Estoy cansadísimo, pero aun así he dado los regalos a los niños.
Miró a sus renos y les dio las gracias.
—Rodolfo
guíanos de vuelta a casa, dijo Papá Noel.
Llegaron muy rápido.
En la puerta le estaban esperando todos
con un pequeño regalo, lo abrió y se rio.
—¡Ja,
ja, ja! Gracias por esta brújula tan bonita, pero tengo la mejor: ¡Rodolfo!
Le llamó con gran voz, el reno se
acercó y le dio con el hocico en la barriga. Los dos sabían que esa noche les
haría amigos inseparables”.
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