Buscar este blog

martes, 9 de octubre de 2018

Había una vez un hombrecillo

Había una vez un hombrecillo

Este hombrecillo todos los días realizaba unas tareas monótonas, repetitivas, como si de un ritual se tratara.

Empezando el día, se levantaba, después, su aseo matinal, posteriormente el desayuno, y más adelante, su salida de casa. En esos momentos se enfrentaba a la ciudad con todos sus monstruos, como él los llamaba.

Todos los días tenía su peculiar iniciación sobre la manera de enfrentarse o vadear a esos seres. A unos, los clasificaba como humanos, y otros, sólo mecánicos, pero su terror se centraba en los humanos, que no eran predecibles; los otros, los mecánicos, tenían los movimientos limitados, en ese sentido su preocupación era tanta.

El hombrecillo caminaba a sus anchas, conocía muy bien su recorrido, lo había repetido innumerables veces tiempos atrás. Se sabía de memoria los objetos y todo aquello que iba a encontrar en su trazada andadura.

Pero este hombrecillo no contaba que los llamados monstruos humanos le cambiarían esos objetos de sitio, además, de introducir nuevos elementos a lo largo de su recorrido diario.

¡Y de pronto! El hombrecillo cayó en la trampa, y de él nunca más se supo.
bayekas

No hay comentarios:

Publicar un comentario